El periodo arcaico egipcio o Época Tinita engloba las dinastías I y II (3100-2700 a.C.).
En esta época la monarquía tiene un destacado carácter militar y la economía del país será agrícola. Se constata además la existencia de un comercio internacional que servía para satisfacer la demanda de madera, piedra y metales para producción de bronce, así como de artículos de lujo, incluidos metales y piedras preciosas.
La dinastía I comienza con la unificación de las Dos Tierras, el Alto y el Bajo Egipto, bajo el mandato del faraón Narmer, primer faraón de la I dinastía. Este faraón será además el fundador de la ciudad de Menfis.
El segundo faraón de la dinastía será Aha, quien realizará expediciones en Nubia, al sur. Estas expediciones, que continuarán los faraones posteriores, estaban generalmente vinculadas con la posesión de la explotación de las minas de la región.
No existe una ruptura clara entre las dinastías I y II, y durante esta última se produce un reforzamiento del poder absoluto. Además, se constituye una organización centralizada y existe un aumento de la burocracia gracias al uso de la escritura.
Arquitectónicamente destacan las tumbas reales en Abidos y las mastabas en Saqqara.
Las tumbas de Saqqara se encuentran decoradas con pinturas, mientras que las tumbas reales de Abidos se caracterizan por su superficie lisa y sin decoración.
Artísticamente, se produce un rápido desarrollo del esculpido en relieve, en el que además se combinan las imágenes con los jeroglíficos gracias a la generalización del uso de la escritura.
Los primeros ejemplos de relieves a gran escala son las losas de piedra o estelas, que pertenecen a faraones o a altos dignatarios.
También destacan las "etiquetas" de madera o marfil con decoración grabada o pintada, formada sobre todo por signos jeroglíficos.
En cuanto a la escultura de bulto redondo, encontramos estatuas de faraones y personajes de la elite, así como representaciones animales.
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