Las escenas de banquete son una de las escenas más repetidas en las tumbas tebanas privadas del Reino Nuevo egipcio, sobre todo en la XVIII dinastía, época en la que probablemente formaba parte de la decoración fundamental de todas ellas (Manniche, 1997b). Harrington (2014) señala que es una de las escenas más conocidas debido su imaginería única y que además suele situarse en la sala transversal de las tumbas tebanas con forma de T invertida y en las salas longitudinales de las tumbas de Elkab.
Se considera una escena típica dentro de las conocidas como “escenas de la vida cotidiana”. Este tipo de escenas parecen representar hechos o acciones de la vida diaria de los propietarios de las tumbas, pero en realidad todas ellas esconden un simbolismo que nos remite a la idea de renacimiento del difunto en la otra vida.
En cuanto a las propias escenas de banquete, que tienen su origen en el Reino Medio (2050- 1750 a.C.), éstas nos muestran a personajes en circunstancias ideales. Es esta representación ideal el motivo por el que podemos llegar a la conclusión de que estas escenas no son escenas reales o cotidianas, sino que tienen un significado oculto.
Probablemente muchas de ellas estén relacionadas con la conocida como “Bella Fiesta del Valle”. De hecho, es posible que incluso el difunto, antes de morir, hubiera celebrado esta festividad en la entrada de su tumba. Otras interpretaciones defienden que esta representación era el intento de que el difunto disfrutara en el Más Allá de los banquetes que celebraba mientras vivía.
Según Harrington (2014), hay dos tipos de escenas de banquete representadas en las tumbas de la XVIII dinastía: los festivales funerarios, relativos al enterramiento, y los mortuorios, que son aquellos en los que participa el difunto.
El llamado banquete fúnebre o funerario crea una nueva etapa en la relación entre el difunto y sus allegados, estableciendo la tradición de celebrar en presencia del propietario de la tumba, y los principios de dependencia y reciprocidad en los cuales los vivos tienen mayor control. Este tipo de banquetes probablemente fueran celebrados justo después del enterramiento del difunto en el propio patio de la tumba. En este tipo de escenas no se encuentran orquestas o sirvientes y además los participantes tienen posturas más estáticas y rígidas (Harrington, 2012).
Por otro lado, las principales características de las escenas de banquetes mortuorios son la presencia de músicos, bailarinas y sirvientes, así como collares florales, lirios, aceites y ungüentos y bebidas alcohólicas. Muchos de estos elementos se relacionan con la diosa Hathor, asociada a los banquetes mortuorios desde al menos el Reino Medio.
Por otra parte, las escenas de banquete representadas en las tumbas sirvieron para conmemorar a varias generaciones de parientes representando a los vivos y muertos en un solo banquete compartido (Bryan, 2009).
Estos banquetes estaban generalmente presididos por el difunto y su mujer, que eran representados en actitud sedente, de un mayor tamaño recibiendo a sus invitados y delante de los cuales se encontraba la mesa con las ofrendas o los alimentos. Constan, además, de distintas etapas que van desde la preparación misma del banquete hasta la presentación de ofrendas a los anfitriones. La parte más amplia de la escena la ocupan normalmente los invitados, siempre separados por su sexo y representados en actitudes diversas. El último grupo a destacar en estas escenas es el formado por las orquestas, acompañado en múltiples ocasiones de bailarinas.
Algo que llama la atención en estas escenas es que, aunque en ellas aparecen alimentos, no encontramos a gente comiendo, sino que los invitados están únicamente bebiendo vino o cerveza. Así, entendemos que el propósito de estos banquetes era la “intoxicación” para llegar a traspasar los bordes entre el mundo de los muertos y el de los vivos, lo cual, además de con bebidas alcohólicas, se potenciaba con la adición a éstas de distintas plantas (como mandrágora, con efectos afrodisiacos, o persea) (Bosse-Griffiths, 1983) y con el efecto de la música (Manniche, 2003; Szpakowska, 2003). Ésta tendría un efecto relajante y serviría para facilitar la comunicación de los asistentes con las divinidades o con quienes habitaban en el Más Allá.
Texto original publicado en: Bueno Guardia, Miriam: “La representación de la danza dentro de las escenas de banquete de las tumbas tebanas privadas de la XVIII dinastía egipcia”, Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y Didáctica de la Historia, 2019, pp. 69-89. Descargar
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